sábado, 18 de febrero de 2012

En qué mundo y para qué mundo estamos formando y por qué educar al otro.

La percepción de la sociedad actual en la que actuamos esta en el marco del desarrollo económico como paradigma del desarrollo social, el mundo obedece a las relaciones de poder que financian y determinan la política de los estados.
Las grandes corporaciones transnacionales que dominan los mercados de consumo masivo y básico supeditan las diferentes jurisdicciones a sus requerimientos y planes de poder, producto del proceso de mundialización económica en la lucha por la prevalencia sobre los mercados de capital.
En este proceso mal llamado globalización, la educación juega un papel fundamental en el desarrollo de las economías al convertirse en parte de los modelos económicos, la educación encaja como parte del proceso de producción en la capacitación y entrenamiento de personal, medio de producción que hasta el momento no ha podido ser reemplazado; hoy en día las políticas de educación obedecen a lineamientos de organismos multilaterales dirigidos y financiados por entidades privadas y con intereses económicos claros y precisos.
La educación como instrumento del desarrollo se convirtió en instrumentación social para el trabajo y capacitación técnica para el empleo; el componente de desarrollo cognitivo para el crecimiento de la cultura de la humanidad como principio de la educación quedo relegado al pasado, la escuela como el lugar de estudios cambio por el de instrucciones practicas, para acomodar la labor de educar a la de instrumentar.
Hoy se “educa” para atender a un deseo de inversión económica porque la concentración de la riqueza no permite la distribución equitativa de la misma, el estado ya no controla la economía, lo que implica la necesidad de atender al agenciamiento de la política pública como mecanismo para sostener un estado bajo los supuestos criterios de libertad y orden.
Lo más difícil para el educador es comprender realmente por que educar al otro, sin atender a esas relaciones de poder sino a suplir necesidades propias de desarrollo humano y social, la comprensión de dicha labor tampoco es vital en la educación actual, porque asegura que el maestro ya no lo es, que ahora tampoco es profesor sino simplemente un facilitador del proceso de aprendizaje.
En ocasiones la educación funciona como requerimiento significativo para la percepción de ingresos económicos del que educa, más no como conocimiento protector de la sociedad y la persona; el educador también agencia en forma alguna con su participación en el proceso educativo al acomodarse a los estándares y con el cumplimiento mediático de su labor.
Entonces por qué educar si es más fácil instruir y preparar al hombre como una pieza más de aparato productivo; tal vez porque el maestro que se trasteó al subconsciente personal, aún tiene la esperanza que puede continuar su labor real tan pronto logre liberarse de la razón establecida y mediada por su debilidad ante el paradigma de desarrollo social actual.